domingo, 18 de febrero de 2007

La revolución de la información


Hubo un tiempo (o quizá lo he soñado) en que la vocación dominaba el mundo.

Existía el placer del trabajo bien hecho, y los profesionales de cualquier materia se enorgullecían de conocer profundamente su trabajo. Zapateros, herreros, tenderos o viajantes eran respetados porque cumplían su papel social lo mejor posible, y transmitían sus conocimientos a la generación siguiente con el cariño que toda empresa importante exige.

La universidad y los medios de comunicación no eran excepción, estaban poblados por personas que pretendían hacer bien las cosas y por tanto, cuando opinaban, eran “autoridades en función de su calidad”.

Luego llegó el capitalismo, no ya como modelo económico, sino en su forma más salvaje: como modelo social. Lo importante no era ya el trabajo en sí, sino su rendimiento económico. Y como el ratio económico suele ser menor (por unidad de tiempo) en el trabajo bien hecho, comenzó a primar el trabajo hecho “de cualquier manera”, ya que maximizaba el beneficio.

En los medios de comunicación, eso significó la sustitución del “impacto en función de la calidad” por el “impacto en función del poder dentro del oligopolio”. Es decir, los medios se convirtieron en “autoridades en función del poder”, fuera este político o económico o de cualquier otra índole (si es que hay alguna otra, cosa que dudo).

En este contexto se entiende la lucha feroz de los últimos treinta años por evitar la libre competencia en el sector de los medios de comunicación.

Pero al igual que la batalla por perpetuar modos obsoletos de distribución de contenidos (SGAE), esta otra batalla también está perdida. ¿Por qué? Por los blogs.

Para bien o para mal, cualquiera puede publicar en la Web; ¿significa esto, como defienden algunos, basura y mediocridad? Pues no exactamente. Quienes aducen esto olvidan (porque creen que siguen viviendo en el paradigma del capitalismo social) una cosa: la capacidad de elección, y por tanto de filtrado de contenidos, que tienen las personas.

Porque si un blog está mal escrito, o defiende posturas inaceptables para la mayoría, o miente con descaro, allá su autor, porque a diferencia de los medios tradicionales los blogs están sometidos al juicio de sus lectores, y aquí no hay cuota fija, sino un infinito universo en donde elegir.

El poder de los medios de comunicación tradicionales no se basa en lo que diferencia a unos de otros, sino en lo que los une. El espejismo de polémica y enfrentamiento entre ellos encubre una profunda aceptación del sistema y establece una muralla infranqueable para otras realidades. Porque el cupo fijo impide la difusión de otras ideas.

Pero eso se acabó, estamos en otra era, en el inicio de un cambio tan profundo que la revolución industrial habrá de parecer un juego de niños. Piensen que todo cambio tecnológico importante provoca, cierto tiempo después, cambios sociales aún más importantes, y los cambios sociales que provocará Internet están a punto de llegar: ya se ven en el horizonte.


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/6/2006